En las tierras áridas de la Región de Atacama, la historia y la fe se entrelazan en una narrativa que ha perdurado a lo largo de los siglos. Mariano Caro Inca, un minero de origen diaguita, es el protagonista de una de las leyendas más emblemáticas de la región: el encuentro de la imagen de la Virgen de la Candelaria.
Corría el año 1780 cuando Mariano, mientras se refugiaba de una tormenta en el salar de Maricunga encontré una pequeña imagen de la virgen de la candelaria la cual llevo hasta en la cual se creo un improvisado altar que con el tiempo se convertiría en el santuario de la candelaria
El hallazgo de la imagen no solo transformó la vida de Mariano Caro Inca, sino que también marcó un hito en la historia religiosa de la región. La noticia del descubrimiento se propagó rápidamente entre los habitantes de Copiapó, quienes vieron en este hecho un signo divino y comenzaron a rendir culto a la imagen. Con el tiempo, la devoción a la Virgen de la Candelaria se consolidó, y se erigió un santuario en su honor en la ciudad de Copiapó.
El legado de Mariano Caro Inca trasciende su encuentro con la Virgen. Su historia es un testimonio de la profunda fe y devoción del pueblo atacameño, y de cómo la espiritualidad puede surgir en los lugares más inesperados. Hoy en día, miles de peregrinos visitan el Santuario de la Virgen de la Candelaria cada año, en busca de consuelo, protección y bendiciones.
El encuentro de Mariano Caro Inca con la Virgen de la Candelaria es un recordatorio de que la fe puede manifestarse de maneras misteriosas y maravillosas, y de que la devoción puede surgir en los rincones más recónditos de nuestra tierra.